Retablo de la Magdalena de Fuentes de Rubielos

     Durante muchos años, se persiguió el propósito de la restauración del antiguo ermitorio de la Magdalena de Fuentes de Rubielos. Al final, allá por los años 80, con el apoyo del párroco del momento, Josep Roldán, y la dirección del desaparecido artista José Gonzalvo, se consiguió la recuperación de tan importante enclave medieval de nuestras comarcas. No obstante, quedaba pendiente la restauración del retablo titular, en un estado de conservación grave que peligraba su integridad. Siempre me he sentido algo vinculado con Fuentes (mi padre es natural de allí) y, por fin, con motivo de la Exposición de La Luz de las Imágenes "Espais de Llum" (Castellón-Burriana-Villarreal, 2008-2009), se logró la restauración de una de las obras más interesantes, importantes y olvidadas de nuestro patrimonio. Para el catálogo, se realizó un estudio histórico-artístico que adjunto.


RETABLO DE LA MAGDALENA

Maestro de Altura
Óleo sobre tabla
231 x 163,5 cm
Siglo XVI
Iglesia parroquial de la Asunción de Nuestra Señora. Fuentes de Rubielos. Teruel

     Retablo conformado a manera de tríptico, lleva a Santa María Magdalena en el centro, en pie sobre solados sencillos desornamentados, nimbada, con la cabellera suelta de mechones dorados y el tarro de las esencias o perfumes, presentada delante de un brocado de honor en realce sobre fondo de pretil. La santa presenta la tradicional vestimenta de drapeados ampulosos en rojo, tanto en túnica como en manto, éste último de ribetes dorados y vuelta de armiño como forro de la capa. En las calles laterales, flanqueando la imagen a igual escala y por delante de paños similares, se presenta San Pedro, con gran llave y libro, y San Pablo, con gran espada; ambos descalzos y de cuerpo entero, ataviados con dilatados y voluminosos ropajes policromados en sencillos colores primarios. En la espiga Trinidad vertical, inserta en mandarla multicolor, inspirada en las maneras de las mejores piezas valencianas del último internacional. En la predela sólo se conservan dos figuras de algo más de tres cuartos: San Sebastián y Santo Papa desconocido con cruz y hacha, que debieron flanquear el hueco del sagrario. En las polseras la decoración brocada, que rememora las decoraciones con labores de los trabajos textiles, envuelve las armas de la villa de Fuentes, las barras de la Casa de Aragón, con exteriores de decoración dentada o aserrada típica del repertorio decorativo en la elaboración de techumbres. Las escenas se encuadran con leves arquitecturas abaquetonadas doradas y rematadas por tracerías sencillas.
     La figura de la santa de Magdala está especialmente narrada, de manera literaria, por La leyenda dorada de Vorágine, teniendo gran importancia en el culto y el arte levantino la divulgación de sus episodios la publicación de la Vita Christi de Sor Isabel de Villena. Personaje cuestionado entre los teólogos acerca de su verdadera identidad —María Magdala, la mujer pecadora del Evangelio de San Lucas (Lc. 7, 36-50) o María de Betania (hermana de Marta y de Lázaro, Lc. 10, 38-42 y Jn. 11)—, su figura legendaria, exorcizada por Jesús (Marcos 16, 9) y seguidora de Cristo (Lucas 8, 2-3), sobre todo en el arte, parece combinación de las tres. No obstante, aunque su perfil histórico esté difuminado por su acento de mujer redimida del pecado que alcanzó los altares por medio de la penitencia —no a través de la virginidad o el martirio— es una de las santas más populares, dada su cercanía al redentor, que sentía un predilección especial por ella, al igual que por el joven San Juan, siendo la segunda persona citada a los pies de la cruz (Mc. 15,40; Mt. 27,56; Jn. 19,25; Lc. 23,49.) y a la primera que manifestó su resurrección. Vinculada a la figura de Jesús, María aparece por primera vez, ungiendo los pies de Cristo, en el ágape en casa de Simón el leproso, siendo su principal episodio hagiográfico la asistencia a la Crucifixión de Cristo, recogiendo sus reliquias de la pasión, ofreciéndole la gracia de su primera Aparición (Noli me tangere).
     Aunque la versión oriental de su vida tras la muerte del Señor la ubica retirada con María Madre y San Juan, el discípulo amado, en Éfeso, donde murió, pasando sus restos a Constantinopla, la leyenda de su presencia en occidente y la difusión de su devoción partió en la Borgoña del siglo XI como justificación de la legitimidad de las reliquias de la santa en la iglesia bajo su intitulación en Vézelay. Según dicho relato, ésta se habría hecho a la mar en una embarcación sin aparejos junto a sus hermanos Marta y Lázaro, junto con el obispo Maximino y las santas Marías, llegando a avistar la Provenza o el puerto marsellés. Convirtiendo al cristianismo al reyezuelo local, se retiró como ermitaña al interior de una cueva, la Sainte Baume -episodio extraído de la historia penitencial de María Egipcíaca- donde todavía vivió tres décadas, escuchando cada día los cánticos celestiales llevada por ángeles al paraíso y, en su última hora, a Aix en Provence, donde San Maximino le dio la última comunión. Los primigenios lugares del culto a la santa estaban en Francia, en Provenza y Borgoña, en la gruta de la Sainte Baume, cerca de Saint Maximin y en el cenobio cluniacense de Vézelay, donde habrían sido llevados sus restos por Girard de Roussillon, cuñado de Carlomagno, recibiendo culto en otras muchas ciudades francesas. Su devoción se difundió ampliamente por Italia, Inglaterra, Alemania y España. En el entorno de la Plana es importantísima la devoción en Castellón de la Plana (con un eremitorio de mediados del siglo XV) y, en el alto Mijares, en Fuentes; en ambos casos sus ermitas están vinculadas a un entorno de grutas, abrigos y cuevas de claro acento eremítico desde tiempos bien tempranos.
     La presente pieza es, pues, retablo mayor de la ermita de Santa María Magdalena de Fuentes de Rubielos, población aragonesa de la cabecera del Mijares, limítrofe con el Reino de Valencia. Lugar de gran devoción popular desde épocas bajomedievales, el actual conjunto debió de ser reformado, atendiendo a su actual arquitectura, a mediados del cuatrocientos, con lo que alcanzaría su actual conformación. De esta manera, fue en los primeros años del siglo XVI cuando se encargó la elaboración de un retablo de pintura para el templo.
     El retablo, de gran sencillez de líneas, muestra la tradicional característica propia del taller donde fue confeccionado, conformando una distribución del mismo basada en el predominio de las grandes figuras aisladas pero de posturas solemnes y majestuosas, de miradasprofundas fijadas en el infinito. Estilísticamente la obra muestra una acusada vinculación flamenca, aunque muy tardía, en todos los aspectos de inspiración de los motivos, plasmada en rostros, indumentarias, objetos, solados y picados en los dorados.

Imagen del retablo antes de la restauración.
     La atribución del retablo al todavía desconocido Maestro de Altura viene dada a partir de la identificación a un sólo obrador de las pinturas conservadas en la parroquial de aquella población del Palencia —procedentes del antiguo y modesto templo diafragmático conservado—, corpus de obras pertenecientes al menos a tres retablos diferentes. Una línea pictórica a la que se le han ido añadiendo y asimilando, a partir de aquella atribución, otras realizaciones descontextualizadas en museos o colecciones privadas, sin procedencia clara, que no han permitido aportar una mayor luz al ámbito de acción del taller que las produjo. Sin embargo, el descubrimiento de la obra presente por el abajo firmante hace algunos años en la Ermita de Santa María Magdalena de Fuentes de Rubielos viene a esclarecer un tanto más dicho círculo artístico. Parte de esa información inédita fue aportada para el estudio sobre las obras del Maestro de Altura trabajadas por José i Pitarch en la exposición de La Luz de las Imágenes de Segorbe (2001), haciéndose tan sólo constar la intencionalidad de un artículo “en prensa” que no llegó a plasmarse (José i Pitarch, A., y Montolío Torán, D., “Sobre el Maestro de Altura y su relación con la pintura flamenca. Nuevas obras”, BSCC, en curso de publicación).
     Por un lado, nuestro anónimo autor muestra un acusado conocimiento de la línea pictórica de Reixach, sobre todo de la última época de este importante obrador valenciano. En este sentido, la figura del San Pedro de Fuentes está completamente extraída del modelo del apóstol del retablo de los Reyes de Rubielos de Mora, localidad a tan sólo 5 km de Fuentes, datado documentalmente hacia 1469. No obstante, se ha apuntado una posible vinculación artística de estas obras con la pintura del napolitano Niccolò Colantonio Colantonio en la tabla del descendimiento de Cristo de la iglesia napolitana de San Doménico Maggiore, dada la vinculación de la obra de este pintor con el entorno político-cultural valenciano, en relación con el círculo artístico reunido por Alfonso el Magnánimo y en relación, además de con otros maestro borgoñones, provenzales o flamencos, con Berruguete y Gherardo Starnina. Sin embargo, tal circunstancia tan sólo se circunscribe a las mejores imágenes de una producción todavía por definir.
Imagen del retablo después de la restauración.
     El descubrimiento de esta interesante pieza ha venido a ampliar el entorno de difusión de una producción artística, siempre desarrollada bajo unas mismas pautas compositivas y formales y acusadas diferencias cualitativas, con sendas obras conservadas in situ en el lugar para el que fueron realizadas. Las similitudes con las obras conservadas del retablo de San Miguel, retablo con figuras de santas y del retablo de la Virgen de los Ángeles, todos en la parroquia de Altura, son evidentes, concretando una actividad artística entre la cabecera del Palancia y el área limítrofe aragonesa de la cuenca del Mijares. En este sentido, no existe referencia documental alguna que encuadre cronológicamente las piezas procedentes de la iglesia de Altura ni hable de un retablo dedicado a María (la primera es la visita pastoral del obispo Muñatones de 1560) en las acotaciones temporales planteadas por la historiografía. Sin embargo, es importante destacar que frente a la apreciación de José i Pitarch en cuanto a la cronología concreta de estas obras (1460-1470), pensamos que todas estas realizaciones corresponden a planteamientos pictóricos y formales fosilizados plasmados en los últimos años del siglo XV y en las primeras décadas del quinientos, quizá debido a la pervivencia, en estas áreas de interior, alejadas de los grandes núcleos de producción artística, del gusto por las estéticas formales góticas de raigambre hispanoflamenca.
     Siempre ha existido, no obstante, una primera indicación para dicha apreciación con la clara presencia de una fecha contradictoria, el año 1520, que aparece en una de las baldosas de las tablas de la parroquia de Altura. Otra importante noticia al respecto se encuentra en el Archivo de la parroquial de Fuentes de Rubielos. El 4 de mayo de año 1579, visitó la parroquia de Fuentes de Rubielos el Doctor Antonio Ferrer, canónigo de la catedral de Teruel, por comisión de Don Andrés Santos, que estaba visitando o acababa de visitar la iglesia de Rubielos, y en dicha visita, entre otras cosas, dice: “Íttem. El dicho Doctor Ferrer hizo relación a Su Señoría de lo que tenia la hermita de la Magdalena de Fuentes, y entre otras cosas dixo que avia en dicha hermita dos imágenes de bulto muy viejas, la una de Sant Blas y la otra de la Magdalena, que estavan muy desfiguradas, y assí Su Señoría, mandó que, attento que la dicha hermitta tiene muy buenos retablos y aquellas dos ymagenes no estan [en] ellos, las entierren, en la dicha hermitta”. [Archivo Parroquial de Fuentes de Rubielos, Quinque Libri, tomo 10 (1572-1619), sin foliar, Visita Pastoral del 4 de mayo de 1579].
     Si la ermita se erigió en el cuatrocientos y contaba con sendas imágenes ya antiguas muy desgastadas y consideradas impropias que había que retirar y nuestras tablas no eran de “pincel viejo” -como se cuida en interpretar en dicho informe el visitador respecto a las demás obras-, cabe interpretar que los retablos conservados fueron realizaciones de principios del XVI, ejecutados justo en el momento en que se reedificaba a la romana la iglesia parroquial de la población, actualmente convertida en ayuntamiento. Ante estos datos hemos de dejar de considerar a este obrador como un fenómeno estrictamente local para establecer los límites de un taller que funcionó algo fuera de tiempo reciclando los diferentes modelos conocidos empleados por los mejores pintores valencianos de la segunda mitad del XV, vinculándose alguno de los tipos humanos, como decíamos, a los acercamientos pictóricos derivados de maestros como Joan Reixach. Desde este punto, entendemos las obras del Maestro de Altura no como una línea independiente dentro de la pintura valenciana de avanzado el cuatrocientos sino como una continuación en el tiempo de un fenómeno pictórico anterior, ya superado en los grandes centros por las nuevas aportaciones, sobradamente conocidas, del Renacimiento. Eso explicaría la acusada impronta colantoniana de estas pinturas, de muy buen dibujo y hábil modelado, pero ciertamente esquematizadas y estandarizadas en sus planteamientos, generando rostros de acusadas y duras facciones, tipos humanos monumentales y rotundos, indumentarias a la flamenca bien estudiadas pero reduccionistas y composiciones severas y de escasa complejidad. Unas características comunes y homogéneas a este tipo de obras que también encontramos presentes en las tablas de Santa Catalina y el martirio de la santa del Museo de Bellas Artes de Valencia.
     Es obra de claro acento realista, narrativa y comprensible, de tonalidades planas y sencillas, con un dibujo muy marcado, sobre todo en las cabezas. No obstante, los acabados finales resultan interesantes, pese a los convencionalismos de los recursos pictóricos y la ausencia de los efectos lumínicos. La presente realización muestra la combinación propia del flamenquismo de su tiempo con las incorporaciones de raigambre italiana que se iban introduciendo en tierras de la Corona. Un buen argumento, en este sentido, lo encontramos en la escasa aparición paisajística de la predela, de sencillas interpretaciones, casi esquemáticas, muy alejadas del hiperrealismo contemporáneo.
     No existe interés alguno por la plasmación de la profundidad o la perspectiva, deviniendo en una representación de marcado carácter icónico, didáctico y devocional. En este sentido también se aprecia un marcado afán reduccionista de la formas, sobre todo en los fragmentos de la predela, con personajes, arquitecturas, paisajes e indumentarias simplificadas. No hemos de olvidar que el presente retablo iba destinado a una ermita rural objeto de una romería inmemorial anual, el día 22 de julio, y que presenta al fiel una verdadera secuencia hagiográfica puntual y sencilla hasta en sus conclusiones estéticas.
     La rareza de esta obra viene a enriquecer el panorama conocido de la pintura valenciana respecto a esta autoría en el tránsito de la centuria, donde además de las influencias citadas encontramos amplias ligaduras formales con la pintura de Jaume Huguet (Valls, ca. 1412-Barcelona, 1492), activo en estas tierras -véase ficha del pintor en la presente exposición-, de quien parece retomar ciertos recursos o modelos, por ejemplo los empleados en la indumentaria en su Magdalena de la colección Godia. Tampoco cabe despreciar el influjo del taller de Valentí Montoliu (ca. 1414-ca. 1469), asentado con fuerza en tierras castellonenses en la segunda mitad del quinientos -y del que todavía desconocemos demasiadas cosas-, sobre todo a partir de la obra de dos de sus cuatro hijos y continuadores: Lluís (ca. 1446-1494), en Tortosa (después de 1473), y Mateu (ca. 1448-1504), en Castellón (por 1492). En este sentido y a modo de colofón, la figura desdibujada del pintor Mateu Montoliu -con sólo dos conjuntos atribuidos en Torrocelles y Atzeneta, repintados y tan sólo conocidos por fotografía antigua-, con taller asentado en la misma ciudad de Castellón, cuya única parroquia -la de Santa María- estaba anexionada a la Cartuja de Vall de Crist, puede ayudar a comprender la presencia de todo el gran corpus de obras in situ atribuidas al Maestro de Altura en la localidad del Palancia y, por cercanía geográfica, en el entorno del Mijares.

D. Montolío

"Espais de Llum", La Luz de Las Imágenes,
Burriana-Villareral-Castellón, 2008-2009, pp. 306-310,
Catálogo de exposición.